Borrar cualquier rastro de dolor que sacuda nuestra vida, toda huella que anide en el desaliento de mi alma.
HUELLAS
cualquier surco vital,
cualquier ruido de
arteria.
Que sólo haya memoria en tu memoria
y aquello que quisiste
sea invisible como un dios o su demencia,
humilde como un agua
golpeando las galaxias,
casi un mundo que al
mirarlo acaba,
una luz de treinta y
pocos años parecida al vuelo de luz
de un escenario,
de un delirio esquivo
como
el pulso malherido de los faros.
Entonces serás dichoso
por esa historia de amor.
Porque no urbanizaste en
ella un invierno barato
ni hiciste de su ciencia
ligera mercancía,
fanfarria del aplauso.
Pues lo que no se
anuncia no se pierde para siempre.
Así se fabrica la vida.
Así he pronunciado tu
nombre.
Así he levantado en mi
casa un idioma sin rastro
e inventé para ti la
alegría.
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