jueves, 27 de noviembre de 2014

DROP EVERYTHING AND READ!!


Read this poem by Miguel Berghs (1ºESO B) to find out about Thanksgiving, a holiday celebrated in the United States of America on the fourth Thursday in November.

THANKSGIVING     

The pilgrims arrived at Plymouth Rock.  They were
Hungry, but they couldn't find
Anything.  Then they found the
Native Americans, who explained how to
Knot, to cook, to build a
Shelter, to plant crops.  The Pilgrims learned  it's important to be
Generous, to give thanks, and to be
Intelligent.  On this day we celbrate the
Voyage that the Pilgrims took in search of an
Interesting place to live.  On this day we eat cakes with
Nuts, sweet potatoes, turkey and even
Goat to celebrate this magnificent gift that life gave us.

Miguel Berghs

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Si quieres estar al día sobre cuestiones de Ciencia, aquí tienes una página para consultar


Los medios de comunicación, a veces, no dedican ni mucho espacio ni mucho tiempo a dar y comentar noticias científicas, por lo tanto, si deseas conocer algo de lo que se cuece en el mundo científico actualmente, asómate a esta página del diario El País. Hay otros periódicos que también tienen buenas páginas sobre ciencia. Ánimo y dedica algo de tu tiempo a saber más sobre ciencia. Si la ciencia te mola te gustará, y si no, a lo mejor cambias de opinión cuando lo leas y descubres que es divertida.

martes, 25 de noviembre de 2014

DROP EVERYTHING AND READ!

 Imagination, c. 1921
N. C. Wyeth (1882-1945)
Robert Louis Stevenson (1850 - 1894) is an author you may know by some of his greatest works, namely Treasure Island and Dr. Jekyll and Mr. Hyde, but some of you may not be familiar with the fact that he was also an accomplished poet.


The Land of Story-books
 
At evening when the lamp is lit,
Around the fire my parents sit;
They sit at home and talk and sing,
And do not play at anything.
Now, with my little gun, I crawl
All in the dark along the wall,
And follow round the forest track
Away behind the sofa back.
There, in the night, where none can spy,
All in my hunter’s camp I lie,
And play at books that I have read
Till it is time to go to bed.
These are the hills, these are the woods,
These are my starry solitudes;
And there the river by whose brink
The roaring lions come to drink.
I see the others far away
As if in firelit camp they lay,
And I, like to an Indian scout,
Around their party prowled about.
So, when my nurse comes in for me,
Home I return across the sea,
And go to bed with backward looks
At my dear land of Story-books.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Tú eliges el libro. El club de lectura


El club de lectura del instituto solicita tu ayuda para elegir UN LIBRO que podamos leer y compartir. Participa en el REFERÉNDUM que hemos convocado en la biblioteca durante los recreos.
¡Tu voto decide!


Fahrenheit 451 

Es una novela de ciencia ficción, publicada en 1953 por el escritor estadounidense Ray Bradbury. El título hace referencia a la temperatura en la escala de Fahrenheit (°F) a la que el papel de los libros se inflama y arde, equivalente a 233 ºC.

La trama gira en torno a Montag, un bombero encargado de quemar los libros por orden del gobierno. Todo cambia cuando conoce a Clarisse, una chica que le genera dudas sobre su felicidad, y el amor por su esposa.

El amor entre los peces

Fred Firneis es un autor de éxito sumido en una profunda crisis personal y creativa. Su editora le recomienda que abandone Berlín y vaya a descansar a una cabaña en los Alpes austriacos, un lugar recóndito en el que ni sus propios fantasmas podrán perseguirlo. Allí conoce a August, un guardabosques dueño de una peculiar filosofía de vida, y, sobre todo, a Mara, estudiante de Biología que está escribiendo una tesis sobre el piscardo, un pez fascinante. El amor parece llamar de nuevo a su puerta y Fred encuentra las fuerzas para escribir. Sin embargo, un día Mara desaparece sin dejar rastro...



domingo, 23 de noviembre de 2014

Poesía cada día




¿A quién va dirigido este poema?

Vosotras, las familiares
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares
me evocáis todas las cosas.


¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,

viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
Moscas de todas las horas

de infancia y adolescencia,

de mi juventud dorada;

de esta segunda inocencia,

que da en no creer en nada,

en nada.

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,

las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela

raudas moscas divertidas,
perseguidas, perseguidas

por amor de lo que vuela.

Yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,

sobre el librote cerrado,

sobre la carta de amor,

sobre los párpados yertos

de los muertos.

Inevitables golosas,

que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,

me evocáis todas las cosas.

      Antonio Machado

Poesía para cada día




                        La mejor definición del Amor

Desmayarse, atreverse, estar furioso, 
áspero, tierno, liberal, esquivo, 
alentado, mortal, difunto, vivo, 
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo, 
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, 
enojado, valiente, fugitivo, 
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño, 
beber veneno por licor suave, 
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe, 
dar la vida y el alma a un desengaño; 
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

                                                          Lope de Vega y Carpio


23 de noviembre: Día Internacional de la Palabra

dayofworlds

Manifiesto. Abre aquí



    EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo, todo 
lo que tiré, como un anillo, al agua, 
si he perdido la voz en la maleza, 
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo 
lo que era mío y resultó ser nada, 
si he segado las sombras en silencio, 
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro 
puro y terrible de mi patria, 
si abrí los labios hasta desgarrármelos, 
me queda la palabra.

(Blas de Otero).




jueves, 13 de noviembre de 2014

Premio Goncourt 2014

La novelista francesa Lydie Salvayre ha obtenido el premio Goncourt 2014 por su novela Pas pleurer (No llorar). Una novela con la Guerra Civil española de fondo y escrita en "frañol".


El premio Goncourt
Es el premio más prestigioso de las letras francesas.
Se otorga cada año a principios de noviembre. El importe del premio es de 10 euros. Una recompensa  sin duda simbólica, aunque muy ventajosa para el galardonado,  puesto que con el Goncourt, las buenas ventas están aseguradas.
Modo de voto
El modo de voto es el siguiente:

1.        El voto es oral.

2.       Antes de cada ronda de votos, se saca al azar el nombre de un miembro del jurado que anuncia su voto. Después, se saca al azar el nombre de un siguiente votante que expresa su elección. Y así sucesivamente hasta que todos se hayan pronunciado.

3.      Durante las diez primeras rondas de votación, el premio se atribuye únicamente con mayoría absoluta. A partir de la  undécima ronda y hasta la decimotercera, es suficiente con una mayoría relativa. En caso de empate, el voto del presidente será determinante en la decimocuarta votación.



Si quieres leer un artículo sobre el premio Goncourt 2014 en español, pincha aquí

Si tu préfères lire un article sur le prix Goncourt en français, clique ici

Si tu veux lire les 29 premières pages de ce roman, clique ici




miércoles, 12 de noviembre de 2014

Proverbio del día

Proverbe du jour 

L'homme a inventé la montre,
mais Dieu a inventé le temps
(Proverbio Tuareg )

sábado, 1 de noviembre de 2014

Día de la Biblioteca


Pregón dedicado a Ana María Matute




Obras de Ana María Matute:


Los abel. Barcelona: Destino, 1948. Novela.
Fiesta al Noroeste. Madrid: Afrodisio Aguado, 1953. Novela.
Ganadora del III Premio Café Gijón 1952
La pequeña vida. Madrid: Tecnos, 1953. Novela.
Pequeño teatro. Barcelona: Planeta, 1954. Novela.
Ganadora del III Premio Planeta 1954
En esta tierra. Barcelona: Éxito, 1955. Novela.
Los niños tontos. Madrid: Arión, 1956. Cuentos.
El país de la pizarra. Barcelona: Molino, 1957. Cuento.
El tiempo. Barcelona: Mateu, 1957. Cuentos.
Los hijos muertos. Barcelona: Planeta, 1958. Novela.
Ganadora del Premio de la Crítica 1959
Ganadora del Premio Nacional de Literatura 1959
Paulina, el mundo y las estrellas. Barcelona: Garbo, 1960. Novela.
El saltamontes verde. Barcelona: Lumen S.A., 1960. Cuentos.
Primera memoria. Barcelona: Destino, 1960. Novela.
Ganadora del XVI Premio Nadal 1959
A la mitad del camino. Barcelona: Rocas, 1961. Cuentos.
Libro de juegos para los niños de los otros. Barcelona: Lumen S.A., 1961. Cuentos.
Historias de la Artámila. Barcelona: Destino, 1961. Cuentos.
El arrepentido. Barcelona: Rocas, 1961. Cuentos.
Tres y un sueño. Barcelona: Destino, 1961. Cuentos.
Caballito loco. Barcelona: Lumen S.A., 1962. Cuentos.
El río. Barcelona: Argos, 1963. Cuentos.
Algunos muchachos. Barcelona: Destino, 1964. Novela.
Los soldados lloran de noche. Barcelona: Destino, 1964. Novela.
Ganadora del Premio Fastenrath 1962
El polizón del "Ulises". Barcelona: Lumen S.A., 1965. Cuentos.
Ganadora del VIII Premio Lazarillo 1965
Conferencia. Discurso/Conferencia. En: El autor enjuicia su obra. Madrid: Nacional, 1966. Discurso/Conferencia.
La trampa. Barcelona: Destino, 1969. Novela.
La torre vigía. Barcelona: Lumen S.A., 1971. Novela.
Sólo un pie descalzo. Barcelona: Lumen S.A., 1983. Cuento.
Ganadora del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 1984
La virgen de Antioquía y otros relatos. Madrid: Mondadori, 1990. Cuentos.
De ninguna parte. Madrid: Fundación de los Ferrocarriles Españoles, 1993. Cuento.
Luciérnagas. Barcelona: Destino, 1993. Novela.
La oveja negra. Barcelona: Destino, 1994
El verdadero final de la bella durmiente. Barcelona: Lumen S.A., 1995. Cuento.
El árbol de oro y otros relatos. Madrid: Bruño, 1995
Casa de juegos prohibidos. Madrid: Espasa Calpé, 1996. Ensayo.
Cuaderno para cuentas. Cuento. En: Madres e hijas. Freixas, Laura (ed.) . Barcelona: Anagrama, 1996. Cuentos.
Olvidado rey Gudú. Madrid: Espasa Calpé, 1996. Novela.
Los de la tienda; El maestro. Barcelona: Plaza y Janés, 1998
Todos mis cuentos. Barcelona: Lumen S.A., 2000
Aranmanoth. Madrid: Espasa Calpé, 2000. Novela.
Paraíso inhabitado. Barcelona: Destino, 2008. Novela.
La puerta de la luna. Barcelona: Destino, 2010. Cuentos.
Demonios familiares. Barcelona: Destino, 2014. Novela.

(En negrita, nuestras recomendaciones).




"Los chicos"

Ana María Matute

Eran cinco o seis, pero así, en grupo, viniendo carretera adelante, se nos antojaban quince o veinte. Llegaban casi siempre a las horas achicharradas de la siesta, cuando el sol caía de plano contra el polvo y la grava desportillada de la carretera vieja, por donde ya no circulaban camiones ni carros, ni vehículo alguno. Llegaban entre una nube de polvo que levantaban sus pies, como las pezuñas de los caballos. Los veíamos llegar y el corazón nos latía de prisa. Alguien, en voz baja, decía: «¡Que vienen los chicos...!» Por lo general, nos escondíamos para tirarles piedras, o huíamos.

Porque nosotros temíamos a los chicos como al diablo. En realidad, eran una de las mil formas de diablo, a nuestro entender. Los chicos, harapientos, malvados, con los ojos oscuros y brillantes como cabezas de alfiler negro. Los chicos, descalzos y callosos, que tiraban piedras de largo alcance, con gran puntería, de golpe más seco y duro que las nuestras. Los que hablaban un idioma entrecortado, desconocido, de palabras como pequeños latigazos, de risas como salpicaduras de barro. En casa nos tenían prohibido terminantemente entablar relación alguna con esos chicos. En realidad, nos tenían prohibido salir del prado bajo ningún pretexto. (Aunque nada había tan tentador, a nuestros ojos, como saltar el muro de piedras y bajar al río, que, al otro lado, huía verde y oro, entre los juncos y los chopos.) Más allá, pasaba la carretera vieja, por donde llegaban casi siempre aquellos chicos distintos, prohibidos.

Los chicos vivían en los alrededores del Destacamento Penal. Eran los hijos de los presos del Campo, que redimían sus penas en la obra del pantano. Entre sus madres y ellos habían construido una extraña aldea de chabolas y cuevas, adosadas a las rocas, porque no se podían pagar el alojamiento en la aldea, donde, por otra parte, tampoco eran deseados. «Gentuza, ladrones, asesinos.. .» decían las gentes del lugar. Nadie les hubiera alquilado una habitación. Y tenían que estar allí. Aquellas mujeres y aquellos niños seguían a sus presos, porque de esta manera vivían del jornal que, por su trabajo, ganaban los penados.

El hijo mayor del administrador era un muchacho de unos trece años, alto y robusto, que estudiaba el bachillerato en la ciudad. Aquel verano vino a casa de vacaciones, y desde el primer día capitaneó nuestros juegos. Se llamaba Efrén y tenía unos puños rojizos, pesados como mazas, que imponían un gran respeto. Como era mucho mayor que nosotros, audaz y fanfarrón, le seguíamos adonde él quisiera.

El primer día que aparecieron los chicos de las chabolas, en tropel, con su nube de polvo, Efrén se sorprendió de que echáramos a correr y saltáramos el muro en busca de refugio.

-Sois cobardes -nos dijo-. ¡Esos son pequeños!

No hubo forma de convencerle de que eran otra cosa, de que eran algo así como el espíritu del mal.

-Bobadas -nos dijo. Y sonrió de una manera torcida y particular, que nos llenó de admiración.

Al día siguiente, cuando la hora de la siesta, Efrén se escondió entre los juncos del río. Nosotros esperábamos, detrás del muro, con el corazón en la garganta. Algo había en el aire que nos llenaba de pavor. (Recuerdo que yo mordía la cadenita de la medalla y que sentía en el paladar un gusto de metal raramente frío. Y se oía el canto crujiente de la cigarra entre la hierba del prado.) Echados en el suelo, el corazón nos golpeaba contra la tierra.

Al llegar, los chicos escudriñaron hacia el río, por ver si estábamos buscando ranas como solíamos. Y para provocarnos, empezaron a silbar y a reír de aquella forma de siempre, opaca y humillante. Era su juego: llamarnos sabiendo que no apareceríamos. Nosotros seguíamos ocultos y en silencio. Al fin, los chicos abandonaron su idea y volvieron al camino, trepando terraplén arriba. Nosotros estábamos anhelantes y sorprendidos, pues no sabíamos lo que Efrén quería hacer.

Mi hermano mayor se incorporó a mirar por entre las piedras y nosotros le imitamos. Vimos entonces a Efrén deslizarse entre los juncos como una gran culebra. Con sigilo trepó hacia el terraplén, por donde subía el último de los chicos, y se le echó encima.

Con la sorpresa, el chico se dejó atrapar. Los otros ya habían llegado a la carretera y cogieron piedras, gritando. Yo sentí un gran temblor en las rodillas, y mordí con fuerza la medalla. Pero Efrén no se dejó intimidar. Era mucho mayor y más fuerte que aquel diablillo negruzco que retenía entre sus brazos, y echó a correr arrastrando a su prisionero al refugio, donde le aguardábamos. Las piedras caían a su alrededor y en el río, salpicando de agua aquella hora abrasada. Pero Efrén saltó ágilmente sobre las pasaderas y, arrastrando al chico, que se revolvía furiosamente, abrió la empalizada y entró con él en el prado. Al verlo perdido, los chicos de la carretera dieron media vuelta y echaron a correr, como gazapos, hacia sus chabolas.

Sólo de pensar que Efrén traía a una de aquellas furias, estoy segura de que mis hermanos sintieron el mismo pavor que yo. Nos arrimamos al muro, con la espalda pegada a él, y un gran frío nos subía por la garganta.

Efrén arrastró al chico unos metros, delante de nosotros. El chico se revolvía desesperado e intentaba morderle las piernas, pero Efrén levantó su puño enorme y rojizo y empezó a golpearle la cara, la cabeza, la espalda. Una y otra vez, el puño de Efrén caía, con un ruido opaco. El sol, brillaba de un modo espeso y grande sobre la hierba y la tierra. Había un gran silencio. Sólo oíamos el jadeo del chico, los golpes de Efrén y el fragor del río, dulce y fresco, indiferente, a nuestras espaldas. El canto de las cigarras parecía haberse detenido. Como todas las voces.

Efrén estuvo un rato golpeando al chico con su gran puño. El chico, poco a poco, fue cediendo. Al fin, cayó al suelo de rodillas, con las manos apoyadas en la hierba. Tenía la cara oscura, del color del barro seco, y el pelo muy largo, de un rubio mezclado de vetas negras, como quemado por el sol. No decía nada y se quedó así, de rodillas. Luego, cayó contra la hierba, pero levantando la cabeza, para no desfallecer del todo. Mi hermano mayor se acercó despacio, y luego nosotros.

Parecía mentira lo pequeño y lo delgado que era. «Por la carretera parecían mucho más altos», pensé. Efrén estaba de pie a su lado, con sus grandes y macizas piernas separadas, los pies calzados con gruesas botas de ante. ¡Qué enorme y brutal parecía Efrén en aquel momento!

-¿No tienes aún bastante? -dijo en voz muy baja, sonriendo. Sus dientes, con los colmillos salientes, brillaban al sol-. Toma, toma...

Le dio con la bota en la espalda. Mi hermano mayor retrocedió un paso y me pisó. Pero yo no podía moverme: estaba como clavada en el suelo. El chico se llevó la mano a la nariz. Sangraba, no se sabía si de la boca o de dónde. Efrén nos miró.

-Vamos -dijo-: Este ya tiene lo suyo-. Y le dio con el pie otra vez.

-¡Lárgate, puerco! ¡Lárgate en seguida!

Efrén se volvió, grande y pesado, despacioso hacia la casa, muy seguro de que le seguíamos.

Mis hermanos, como de mala gana, como asustados, le obedecieron. Sólo yo no podía moverme, no podía, del lado del chico. De pronto, algo raro ocurrió dentro de mí. El chico estaba allí, tratando de incorporarse, tosiendo. No lloraba. Tenía los ojos muy achicados, y su nariz, ancha y aplastada, brillaba extrañamente. Estaba manchado de sangre. Por la barbilla le caía la sangre, que empapaba sus andrajos y la hierba. Súbitamente me miró. Y vi sus ojos de pupilas redondas, que no eran negras, sino de un pálido color de topacio, transparentes, donde el sol se metía y se volvía de oro. Bajé los míos, llena de una vergüenza dolorida.

El chico se puso en pie despacio. Se debió herir en una pierna, cuando Efrén le arrastró, porque iba cojeando hacia la empalizada. No me atreví a mirar su espalda, renegrida, y desnuda entre los desgarrones. Sentí ganas de llorar, no sabía exactamente por qué. Únicamente supe decirme: "Si sólo era un niño. Si era nada más que un niño, como otro cualquiera".
(ciudaseva.com).